Seguramente todos tenemos algún amigo o amiga o incluso un familiar que viaja constantemente a destinos turísticos que hace 10 años se consideraban exóticos como Panamá o Curaçao, países reservados para viajeros que buscaban playas y casinos, pero que ahora buscan ropa y colonias, un curioso fenómeno al que me tome la libertad de llamar Buhonería Business Class.
Lo antes reseñado no se debe a un mero capricho de la gente, creo que más bien se debe a que hemos encontrado una solución –temporal – a una crisis por la que los venezolanos estamos pasando desde hace algún tiempo. Un régimen cambiario totalmente criticable, el cual se acerca a sus 6 años, sumado con el alto índice de desempleo y un alza de precios, han hecho atractivo para el profesional desempleado –o el sub pagado- optar por esta Buhonería Ejecutiva, la cual adicionalmente es bien recibida por el consumidor, pues ilógicamente los productos importados bajo esta modalidad son más económicos que los distribuidos por las empresas nacionales que obtienen, previo cumplimiento de unos requisitos, el beneficio de optar por divisas ante el órgano regulador (CADIVI).
El Estado ha reaccionado de una manera fuerte para combatir este fenómeno: la promulgación de una norma punitiva sobre el mal uso o adquisición de divisas, la eliminación de las tarjetas de crédito prepagadas, la reducción del llamado cupo internet y la publicación periódica de listas, todas medidas aceptables si consideramos ciertos elementos que podrían calificar de cáncer económico a esta práctica, la cual ha evolucionado de vender entre amistades a establecer negocios formales.
Si analizamos por un momento que muchas de estas actividades comerciales han adquiridos créditos bancarios para expandirse, así como otros series de pasivos, como los laborales, podremos ver la gravedad del fenómeno, pues la base del capital de estos negocios se sustentan en el mejor de los casos en un dólar preferencial y en el peor en un dólar cotizado a un mayor precio en el llamado mercado negro.
Al utilizar como base de trabajo divisas adquiridas mediante la compra del cupo de terceros o en el mercado paralelo, se debe tener presente que cualquier modificación en el régimen cambiario producirá inmediatamente un aumento del dólar negro y por ende afectará directamente a estas empresas, produciendo la imposibilidad de lograr los costos de reposición y cumplir con las obligaciones adquiridas, trayendo esto como consecuencia el cierre de las mismas.
Por otro lado tenemos un tema sumamente delicado como lo es la legitimación de capitales. Para quienes no lo sepan, existe un alto riesgo al adquirir divisas en los mercados paralelos, pues desconocemos el origen de dicho dinero así como su legitimidad, por lo que pudiéramos estar sometidos a medidas muy especificas en materia de lavado de dinero incurriendo incluso en sanciones administrativas, civiles y penales. Por ejemplo, si nosotros no justificamos ante una entidad bancaria el origen del capital con el que compramos la mercancía que nos genera la ganancia reflejada en nuestros balances, por ley el Banco o Institución Financiera debe abrir, sin notificarnos, un informe que se envía a determinadas autoridades nacionales e internacionales, quienes comenzaran a rastrear todos nuestros movimientos bancarios. Si la persona que nos ha vendido los dólares los adquirió de un tercero que los produjo mediante ciertos actos ilícitos, nosotros somos responsables y seriamos procesados como cómplices del delito, pues estamos ayudando a legitimar dicho dinero.
Evidentemente debe producirse una reflexión dual inmediata, primeramente por el Estado, revisando sus políticas cambiarias y las consecuencias en nuestra economía, y en segundo lugar una profunda reflexión de nuestra parte, que tenemos esa mala costumbre de hacer un negocio de todo, al punto de que he llegado a escuchar personas que ruegan por un aumento del dólar paralelo y así obtener una mayor ganancia, un razonamiento totalmente estúpido e infeliz, pues en nuestro país se importa todo, hasta las caraotas y me perdonan que lo diga así -con énfasis-, pero así hay que decirlo para que aprendan y entiendan que todo esto no es más que una espada de Damocles cuyo pelo de crin eventualmente reventará.